Florianopolis – Traumbucht

Tatsächlich haben wir es geschafft! Die Wäsche ist in der Wäscherei, wir haben mindestens drei Stunden Zeit, bis sie fertig ist. Zurück ins Hotel macht keinen Sinn, dort sind die Putzfrauen unterwegs.

Also gucken wir uns mal den Süden der Insel an. Das Problem der Ilha de Santa Catarina, wie diese 54 km lange und maximal 18 km breite Insel richtig heisst, ist das Strassennetz. Oben hui – tolle, neue Bauten, Condominiums und mehr -, unten pfui: Die Strassen sind fast alle katastrophal. Zwar asphaltiert und/oder gepflastert, aber mit der ganz, ganz heißen Nadel. Die Sand- und Huckelpisten in Argentinien haben uns viel mehr Spaß gemacht, als diese lausigen Straßen, die auch noch gefühlte alle 500 Meter von sleeping policemen, diesen achsengefährdenden Huckeln, unterbrochen werden. Macht wenig Freude, aber wir kommen doch bei der Lagune ungefähr in der Mitte der Insel an. Ein großer See, an dessen Ufer viele Hostels und Campingplätze zu finden sind. Ein bisschen Hippiekultur, ein bisschen joie de vivre, jünger, als im nördlichen Teil, und sicher wird hier auch mal ein Joint gedreht. Wir gucken ein bisschen den See an, sind aber faszinierter von der Buchten auf der Atlantikseite. Dort ist auch das Mekka der hiesigen Surfer. Auf den Balkonen überall wet suits zum trocknen, am Wasser, im Wasser eine Horde begeisterter Wellenreiter. 

Wegen der fiesen Strassen überlegen wir, ob wir noch etwas südlicher fahren, gucken uns den Strand von Campeche an. Sehr angetan sind wir von Armaçao, einem Fischerdorf mit dem Praia do Matadeiro. Bevor wir über einen hölzernen Steg auf einen Inselchen klettern, beobachten wir Geier, die am Strand offenbar Fischreste vertilgen und sich ziemlich selbstbewusst aufführen.

Noch ein bisschen südlicher, in Pantano do Sul (das 1. a von pantano hat noch einen circonflexe, ich weiss aber nicht, wie der geht…) gibt es eine Stichstraße, die von der Hauptstraße geradeaus zum Meer führt. Sieht wieder furchtbar aus, ruckelt und zuckelt – und wir sind richtig glücklich, dass wir sie doch genommen haben.

Denn hier ist sie, die Traumbucht, in der hölzerne, farbenfrohe Fischerboote ankern, Männer mit vereinten Kräften Fang und Schiffe an Land ziehen, das Meer hinreißend rau ist und der Strand festgefahren von an Land geschleppten Booten und Autos. Und genau in dieser Bucht gibt es dann eine Kneipe, in die wir uns auf den ersten Blick verlieben. Aus Holz gezimmert und mit den Jahren etwas Patina angesetzt, ruht das „Arante“, eine Bar und ein Restaurant. Über 70 000 Zettel wurden hier an Decken und Wände geklebt, Notizen von Menschen, die von diesem Platz ebenso begeistert waren wie wir. Jemand hat die Zettel alle mal unter die Lupe genommen und sogar ein Buch daraus gestrickt. Erinnerungen, Schwärmereien, Liebeserklärungen, Sehnsüchte. Die Tränen könnten vor Freude kullern… Mit Blick auf die Bucht und die Fischer essen wir den Mittagslunch für zwei: knackfrischen Fisch, Salat, Reis, schwarze Bohnen und eine Fischsauce. Dazu Wasser und Bier – so sieht das Paradies aus! Leider, leider gibt es hier offenbar kein Zimmer. Hätten wir uns sofort für ein paar Tage eingebunkert und nichts anderes gemacht, als auf die Bucht zu gucken. Ein Traum!

Irgendwann reißen wir uns dann doch los, fahren weiter und finden am anderen Ende der Bucht im Balnéario de Açores tatsächlich ein Hotel: Die Vila Dos Escargos. Doch leider ist kein Mensch weit und breit zu sehen. Das wäre wirklich etwas Schönes, direkt am menschenleeren Strand, der über eine Holztreppe zu begehen ist. Ach, schade!

Später, im Hotel, werden wir sogar eine Pousada in unmittelbarer Nähe des Arante finden, aber ansprechbar scheint auch dort niemand zu sein. Mal gucken. Zunächst einmal fahren wir via Florianopolis City  – und damit auf einer etwas besseren Strasse – zurück zu unserem Waschsalon und dann ins Hotel. Ziemlich ausgeschlossen, dass wir uns heute noch einen Meter weg bewegen werden. Sollte einer Hunger haben, gibt’s eine Bemme aus dem Kühlschrank, ausserdem haben wir noch ein Fläschchen Malbec hier stehen.

Florianopolis, encontramos la Bahia perfecta
Este día si pudimos al fin lavar la ropa que teníamos acumulada, la dejamos en la lavandería y tardaban tres horas hasta poder retirarla. Espontáneamente decidimos en ese tiempo ir a recorrer la isla hacia el sur, al hotel tampoco podemos volver van a hacer la habitaciones.
La isla que exactamente tiene 58 km de largo y 18 km de ancho, tiene una red de caminos bastante complicados, son malos y están llenos de baches o deformaciones. Eso hace que uno tenga que ir despacio y con cuidado. Cuando digo uno tiene, me refiero a mi mismo, que me duele si paso rápido por un bache, aun con este auto que tenemos. Los brasileños pasan los baches y las calles rotas, como si no existieran y no les importa nada, cambiaran los amortiguadores muy seguido o los autos, no se, pero es así. Además si uno va un poco mas despacio de lo normal para ellos, te tienen que pasar a toda costa, es como un deporte y es igual si son autos o camiones. La patente de Canadá en este caso, no tiene efecto, al contrario los insista mas😃😃.
Siguiendo con el estado de las calles, han desarrollado un sistema de freno a la velocidad, poniendo lomos de burro por todos lados cada 400 metros. Eso hace que el auto hay que frenarlo si o si, por lo menos en mi caso. No siempre es el de ellos, que los pasan a velocidades el doble de lo normal y yo espero siempre ver volar alguna rueda o eje, aunque todavía eso no ocurrió ☺️.
En el medio de la isla, hay un gran lago y en un punto determinado tiene un mirador, es realmente grande y hay una linda vista. Luego seguimos hacia las costas de sur, en esas playas leímos que se practica mucho surf. Como la calle estaba bastante mal seguimos mas al sur hasta la Praia de Campeche y nos gusto mucho Armaçao, un pueblito de pescadores, sobre la Praia do Matadeiro. Antes de caminar allí por un puente pequeño de madera hasta una isla, vemos algunos buitres en la playa que comían restos de pescado.
Un poco más adelante y casi al final del camino esta Pantano do Sul y  la calle principal toma una curva, pero nosotros por suerte seguimos derecho por una callecita un poco rota que va directo al mar y digo por suerte porque exactamente allí estaba la idílica bahía que estábamos buscando. Con auténticos pescadores, con sus barcazas de colores, que tratan de llevarlas al mar o sacarlas de el llenas con redes y pescado, remolcándolas sobre la arena. Justamente en ese lugar vemos también un bar „Arante“, en el que los dos al mismo tiempo nos enamoramos. El bar que es también un restaurante, está construido en madera ya un poco vieja y dentro en las paredes y del techo, cuelgan cerca de 70000 papelitos o pequeñas notas de gente de todos lados que como nosotros encontraron ese lugar hermoso. Alguien ya ha escrito un libro sobre este bar y sus miles de notas, con sueños, romances e historias de todo tipo.
Mirando el mar y los pescadores, almorzamos pescado con ensalada, arroz, porotos negros y cerveza. Lastima no hay habitaciones allí, seria lindo quedarse unos días en ese paraíso.
Mas tarde seguimos y vamos por una calle hasta el otro lado de la bahía en Balnéario de Açores y ahí si encontramos un hotel: Villa Dos Escargos, pero aparentemente estaba cerrado no había nadie allí. Sería lindo al lado de una playa solitaria en la cual se podía acceder por un pequeño puente de madera. Lastima!
Mas tarde en nuestro hotel, encontramos una posada cerca del bar Arante, pero hasta ahora no contestan al teléfono, por lo que pensamos, no trabajan.
Volvemos por un camino mejor, pasando por el aeropuerto y la ciudad de Florianopolis, recogemos nuestra ropa de la lavandería y nos vamos al hotel. De allí decidimos no movernos por el día de hoy mas. Si tenemos hambre, comeremos un sándwich preparado por nosotros con lo que tenemos en la heladera y una botella de Malbec, tenemos también 😑.

2 Kommentare zu „Florianopolis – Traumbucht“

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