Die Lichter in unserem Tatra-Hotel gingen früh aus, entsprechend sind wir schon vor neun und nach dem Frühstück wieder auf der Straße. Und auf was für einer! Wie ein schmales Band schlängelt sie sich durch die Wälder der Karpaten. Plötzlich, völlig unvermittelt und mitten im Wald sehen wir ein Denkmal, das möglicherweise an den Krieg und die Partisanen erinnert. Die Inschrift ist ausschließlich in Slowakisch, wir können also nur mutmaßen.
Aber von Tierchen ist leider wieder nichts zu sehen. Ein Habicht, das war’s auch schon.
Wir sind auf dem Weg nach Bratislava und haben uns entschlossen, die rund 240 Kilometer ohne Autobahn hinter uns zu bringen. Irgendwann landen wir auf einer ziemlich gut ausgebauten Schnellstraße und schon ein paar Kilometer weiter in einer Polizeisperre. Nein, wir haben keine Vignette. Wir sind ja auch nicht auf der Autobahn… Die Polizei besteht drauf, dass auch diese Express-Straße mautpflichtig ist, das kostet uns eine Strafe 50 Euro in Cash, keine Diskussion, kein Augenrollen. Außerdem müssen wir uns bei der nächsten Tankstelle registrieren lassen. Minimum zehn Tage, nochmal zehn Euro. Das hat ja mal gut geklappt. Wir grollen der Slowakei und ihrer eigenwilligen Gesetzgebung ein wenig, aber viel Sinn macht es nicht.
Ähnlich wenig Sinn macht der Besuch von Bratislava. Wir cruisen ein bisschen durch die Gegend, gucken hier und da und hauen ab. Hier reizt uns nichts. Zwischen Plattenbau, Chrom, Stahl und Glas ein bisschen Historisches. Im Gegensatz zu Städten wie Wien oder Budapest, bzw. gerade Krakau gibt es hier nichts, was aus unserer Sicht den zweiten Blick lohnt. Gut, vielleicht das slowakische Nationalmuseum, aber auch das haben wir und geschenkt. Ein paar Sehenswürdigkeiten wie Schloss und Thomas-Kirche haben wir schnell und lustlos abgeklappert, dann geht’s auch schon über die große Donaubrücke auf die Landstraße Richtung Österreich.
Kurzer Blick auf den Neusiedler See und die klare Entscheidung gegen Wien. Nicht schon wieder in eine Großstadt… Auch Budapest und den Besuch der Mittelsteiners (230 km östlich von hier, also von Bratislava) wird gestrichen; die beiden sind unterwegs und wohl erst heute wieder zuhause. Wir gucken ein anderes Mal vorbei.
Aber nach Ungarn fahren wir trotzdem, nämlich über Eisenstadt nach Sopron. Booking.com hat für heute ein dolles Angebot: ein Doppelzimmer mit Frühstück im ehrwürdigen 4-Sterne-Hotel Pannonia für 44 €. Das Interieur des Hauses tanzt ganz und gar im Rausch des k.u.k. Auf wunderbare Weise ein altmodisches Grandhotel. Wir fahren sofort in die 9-€-Tiefgarage, waschen kurz die Hände – und schon sind wir zu Fuß in Sopron unterwegs.
Der Feuerturm ist das Wahrzeichen der Stadt, seine Fundamente (haben wir gesehen!) stammen aus der Römerzeit, der Unterteil aus dem Mittelalter, der Mittelteil ist reine Renaissance, die elegante Haube glasklares Barock. Ähnliche Mischungen sieht man häufiger in Sopron. Natürlich sehen wir auch noch ein paar Kirchen an, bevor es ein Päuschen in einem zauberhaft plüschigen Café gegenüber vom Franz Liszt Kulturzentrum gibt. Kaffee, ein Stückchen Kuchen – und schon sind wir wieder fit.
Zum Abendessen ist es noch zu früh, also gehen wir nach einer weiteren Runde durch das Städtchen erst einmal ins Hotel. In den Nachrichten sehen wir fürchterliche Überschwemmungen in Rumänien. Da wären wir fast ebenso hingefahren wie nach etwas älteren Plänen durch Alberta Richtung Alaska. So sind wir dem Wasser im Osten Europas und den Feuersbrünsten in Kanada erstmal entkommen…
Also feiern wir heute Abend das Leben im Hotel-Restaurant und testen dazu mal den ungarischen Wein. Strich drunter… Das Essen ist höchstens mittelmäßig, der Wein weit drunter. Frust macht sich breit.
Eslovaquia, Austria, Hungría, mucho para ver
Antes de las 9.30 y después del desayuno en el hotel, estábamos ya en la carretera en camino. Como una víbora gigante el camino nos llevó a través de los bosques de los Cárpatos. En medio de uno de ellos encontramos un monumento inmenso, hecho en hormigón que creemos, no estamos seguros, porque estaba escrito todo en eslovaco, era en homenaje a caídos, o alguien en la Segunda Guerra Mundial, posiblemente partisanos. Pero animales no se ven por ningún lado, tienen que estar dentro de los bosques, pero no vimos ninguno, solo un águila pequeña.
Estamos en camino a Bratislava y hemos decidido hacer los 240 km. hasta allí, no por autopista, sino por caminos secundarios. Luego de unos cuantos kilómetros en nuestro camino, entramos automáticamente a una calle muy nueva y para tráfico rápido. A los pocos metros una cola de autos y un control policial. Ante la pregunta del policía, le respondemos que nosotros no tenemos „Vignette“ (una marca que se compra en estaciones de servicio, para poder viajar por la autopista), nosotros no queremos viajar por autopista. El nos contesta que en Eslovaquia también se paga peaje para viajar en una calle rápida como esa y la multa nos cuesta 50 euros, cash y sin discusión. Además tuvimos que registrarnos en la próxima estación de servicio y comprar una Vignette por diez días para poder seguir viajando por esa calle, 10 euros más😕
Nos dio un poco de bronca, pero la legislación en Eslovaquia es así y no tiene sentido amargarse.
Sin sentido fue también la visita a la ciudad de Bratislava, fuimos con el auto hasta la zona céntrica e histórica y no nos dio la sensación de ser una ciudad interesante, comparada con Viena o Budapest o en este viaje mismo Krakau, no encontramos nada que nos motivará hacer una visita larga. Decidimos seguir viaje hacia Austria, cruzamos un puente sobre el río Danubio y ya estábamos en la carretera hacia allí. En esa zona se encuentran tres países, Eslovaquia, Austria y Hungría. A Viena, que está solo a 90 km. de Bratislava, decidimos no ir en este viaje y lo mismo decidimos con Budapest que está a 230 km. Pero a Hungría si vamos, a una ciudad que se llama Sopron, muy cerca de las tres fronteras. En Booking encontramos un hotel de cuatro estrellas por 44 euros con desayuno incluido, se llama Pannonia, es un poco viejo y muy señorial. El auto lo pudimos estacionar en el garaje del hotel.
Apenas ya instalados en el hotel, nos fuimos a recorrer Sopron. La torre de la ciudad es el edificio más famoso de Sopron y uno de los más famosos también en toda Hungría. La torre esta construida sobre fundamentos de la época romana y tuvo distintos estilos con el correr del tiempo. Primero la antigua torre tuvo un estilo gótico y luego barroco hasta nuestros días. Tenía como función avisar a la población sobre posibles fuegos, que pudieran producirse. También para avistar posibles atacantes o descubrir comerciantes de vinos no autorizados, ya que Sopron era una ciudad importante de comercio del vino.
Los mismos estilos arquitectónicos de la torre, se ven también en otros edificios del casco histórico de la ciudad. Visitamos también dos o tres iglesias y luego tomamos café y torta en un tradicional café. Volvimos un rato más tarde al hotel y luego a la noche comimos en el restaurante del mismo. En la gran sala del restaurante, decorada en el estilo de finales del 1800 comimos casi solos en una mesa al lado de la estatua de István Széchenyi, un prócer húngaro.