Corrientes – Esteros Del Iberá

 

Mercedes ist ein verlassenes Nest. Flache Altbauten, die ihre beste Zeit vor über hundert Jahren hatten, ungepflasterte Strasse, entsprechend viel Staub. Zwei Kerle für die Dame mit dem Leitermann-Tick… Wir tanken voll, weil es die nächsten paar hundert Kilometer keinen Sprit gibt, kaufen in einem Minisupermarkt das Notwendigste: Wasser, Wein, Brot, Butter, Eier, Aufschnitt, Käse. Und dann geht es los: 120 km bis zur Colonia Carlos Pelegrini, am Ufer der Laguna gelegen und ein touristisches Highlight. Das sehen wir dann noch.

Über staubige, holprige Straßen geht es hinaus aus der Stadt auf die Ruta 40 (nicht zu verwechseln mit der Andenstrasse). Nagelneu asphaltiert. Das ist ja ein Traum! 20 Kilometer später wachen wir auf. Ende der Ausbaustrecke und Beginn der Huckelpiste. Vorbei an Baustellen und Tausenden von Rindern, Schafen und Pferden quälen wir das Grauchen Kilometer um Kilometer über den einzigen Weg, der von Süden in Sümpfe führt.

Aber der anstrengende Weg soll es wert sein. Zwar ziehen über uns dicke Wolken auf und es tröpfelt auch ein bisschen, von richtigem Regen kann aber nicht die Rede sein. Der hätte den Weg noch erschwert. Ohne 4×4 gar keine Chance. Wir begegnen genau zwei Pkws, dazu vielleicht 5 Puck-ups, zwei Lastwagen und drei Bussen – mehr ist nicht los auf der Straße, die in eines der schönsten Naturschutzgebiete Südamerikas führt. Nach den Pantanal Sümpfen in Brasilien sind die Esteros del Ibará das zweitgrößte Süßwasser-Sumpfgebiet der Welt. Hier leben fast 400 Vogelarten, 35 verschiedene Amphibien und ungefähr 50 Reptilienarten. Auf uns warten Krokodile, Hirsche, Kaimane, Carpinchos, also Wasserschweine, Piepmätze wie Störche, Habichte, Adler und noch viel mehr Getier. Das Gebiet ist doppelt so groß wie die Everglades. Iberá ist übrigens Guaraní und heißt ungefähr: Wasser, das wie Brillanten glänzt.
Wir nähern uns durch die Strassenverhältnisse zögerlich, können uns aber an den Weiten, den großen Rinderherden, den fast verborgenen Estancias nicht sattsehen. Ab und zu steht mal ein Gaucho rum: Man grüßt sich auf der Piste.

Ungefähr 40 Kilometer vor der Colonia wird die Strasse richtig biestig. Allein der Gedanke, hier nachts fahren zu sollen, lässt uns erschauern. Aber belohnt werden wir mit einer großen Vogelschau, den ersten Carpinchos, Nandus und Hirschen. Wir freuen uns über bucklige Zebus und atemberaubende Sumpflandschaften, in denen schon mal ein Wasserschwein planscht.

Direkt am Weg liegt eine hinreißende Estancia, die wir besuchen, auf der wir aber keinesfalls bleiben. Mit 400 US/Nacht ist sie zwar noch nicht die teuerste hier in der Gegend, sprengt aber bei weitem unser Budget.

Über eine abenteuerliche Brücke kommen wir dann nach knapp vier Stunden und 120 Kilometern tatsächlich in der Colonia Carlos Pellegrini an. Huch! Nur Sandstrassen und überwiegend heruntergekommene Hütten. Als erstes gucken wir uns mal den Campingplatz an, auf dem wir – zumindest theoretisch – unser Zelt aufschlagen wollen. Vier, fünf Zelte, ein Toyota aus Frankreich und viel, viel Wind. Der Himmel wird auch immer dunkler, also gucken wir mal durch den Ort nach Alternativen. In einer Schrotthütte wollen sie 300 US haben, eine weitere ist ausgebucht, aber nicht viel günstiger. Hart auf hart haben wir ja immer noch unser Zelt.
Dann sehen wir an einer Ecke Don Marcos, eine Art Gasthaus. Pro Person und Nacht 200 Pesos, also 400 zusammen, das sind 40 US, 28 US Blue, also 24 Euro. Die Hütte ist einfach, sauber und ok. Die Wirtin wird uns später bekochen.

Es gibt im Ort auch nicht viele Alternativen. Klappernd vor Kälte bei stürmischen Windverhältnissen (Kiel im April) gucken wir uns um, machen auf dem Campingplatz für morgen, 9 Uhr, eine Bootstour durch die Sümpfe und auf der Lagune klar – und flüchten in unsere cabaña. Sandwiches sind schnell geschmiert – heute Morgen in Mercedes gab es zum dünnen Kaffee pro Nase zwei Medialunas, also haben wir Hunger. Wir versüßen uns das Leben mit einem wunderbaren Malbec. Während ich tippe, schläft mein Huckelpisten-Slalom-König ein halbes Stündchen. Gegen 7 sitzen wir im Restaurant. Betonfussboden, viel Selbstgemachtes, Fotos und Pokale des Hausherrn, der als Gaucho abgeräumt hat. Es gibt, natürlich, Fleisch. Juanca ein Steak mit Pommes, ich eine Milanesa mit Karottensalat, meiner wunderbaren Zanahoria. Wir sind die einzigen Gäste, was aber überhaupt kein Problem ist. Kurz viertel vor neun sind wir wieder in unserem Internetfreien Zimmer. Der Wind pfeift durch die Ritzen, wir werfen zwei wilde Decken aufs Laken und halten es ja bekanntermaßen mit Paolo Conte: It’s wonderful!

Esteros del Iberá

Cuando salimos del hotel en Mercedes, luego de un desayuno con café y medialunas, lo primero que hicimos fue cargar combustible, porque sabíamos que en el camino y en C. Pellegrini no hay estación de servicio, pasamos también por el supermercado para tener algunas reservas.
El GPS nos hizo salir de Mercedes buscando la ruta 40 hasta C.P., por los fondos de la ciudad, seguramente por el camino más corto pero no por el habitual, la gente nos miraban como si un extraterrestre aterrizará en ese momento, ya cuando compramos en el supermercado, uno descubrió nuestra patente de Canadá y se fue sonriendo y doblando la cabeza como si hubiese visto la rareza mas grande en su vida😀.
Para nuestra sorpresa la ruta 40 era una ruta impecable y recién hecha y luego de 15 km seguía siendo buena lo que nos hizo pensar que tal vez habían mejorado la ruta hasta C.P., pero no cuando llegamos al km 20 abruptamente la ruta se transformó en una capa de tosca dura que hacia imposible ir a más de 40 km por hora, teñíamos s por delante cerca de 100 km y el cálculo que conocíamos de que se tardaría más de 3 horas y media en llegar se cumplió. Con paciencia seguimos viajando, buscando todo tipo de huellas para mejorar el promedio de velocidad y de temblor en el auto, pero fue imposible, más rápido no se podía ir.
En la ruta estábamos prácticamente solos, muy esporádicamente nos pasaba alguna camioneta o de frente encontrábamos a alguien. Los últimos 30 kilómetros fueron los más interesantes cuando empezamos a ver animales sobre y a la orilla del camino. Primero vimos carpinchos, luego ciervos y gran cantidad de pájaros, la mayoría exóticos para Birgit y para mi. Cuando faltarían cerca de 15 km para llegar, encontramos la entrada a una estancia llamada Rincón del Socorro, que también era una estancia hotel con hostería. Entramos e hicimos los 4 km. hasta el casco principal donde estaba la hostería, todo impecable y muy bien cuidado, rodeado de pájaros y algunos carpinchos. No nos quedamos sabíamos que era uno de los hospedajes más caros en Iberá, pero valió la pena haberla visitado. 15 km. más tarde llegábamos a C. P. cruzando un puente metálico, construidos por los militares en el año 1972. El centro de informaciones estaba cerrado a esa hora: 14:30, por lo tanto decidimos ir hasta el camping y pedir informaciones. El camping estaba bastante bien y no estaba muy ocupado, había un par de carpas montadas y algunos autos, entre ellos una Toyota casa rodante de unos franceses.
El problema para nosotros era climático mas que otra cosa, en esos momentos había un viento casi huracanado, la temperatura había descendido bastante y hacia frío, no daba ganas de ponerse a armar una carpa, además el viento era tanto que nos impediría hacer algún asado, como era nuestra intención. Pensamos que seria mejor primero recorrer el pueblo para ver si podíamos encontrar un hotel. La primera impresión que tuvimos de Colonia Carlos Pellegrini era muy distinta a la que nos imaginamos leyendo artículos y relatos sobre el Iberá. Las calles eran todas de arena y las casas eran ranchos o casas muy pobres, como en un pueblo chico del campo u hoteles de distintas categoría la mayoría caros. Preguntamos en algunos primero por una habitación, el primero nos dijo que no tenían lugar y en otro el precio era tan alto que desistimos inmediatamente. Finalmente en un hotel nos dijeron que no tenían absolutamente nada libre y se me ocurrió preguntarles donde se podía encontrar algo mas económico, la respuesta fue en hospedajes y nos informaron de algunos no muy lejos de ese lugar. Allí preguntamos y encontramos una habitación muy simple pero limpia y con baño, sin wifi y sin tv.
Allí nos instalamos por dos noches y pudimos también estacionar el auto frente a nuestra puerta.
Tenían también un restorán muy simple, donde a la noche comimos.
El día no era muy lindo, hacia frío y viento, fuimos nuevamente al camping para preguntar por las excursiones para el día siguiente y arreglamos encontrarnos mañana a las 9 para salir en excursión a los esteros.

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