Texto en español🇦🇷
Morgens um vier, ziemlich genau eine Stunde vorm Wecker, sind wir hellwach. Noch einmal Kaffee kochen, duschen, Rest einpacken, letzter Blick, via yandex ein Auto bestellen. Es ist mit -4,7 Grad ziemlich frisch. Aber wir müssen nicht lange auf das Taxi warten.
Kurz vor Eintreffen des Zuges Nr. 4 aus Moskau mit Ziel Peking sind wir am Bahnhof. Jede Menge Zeit. Der Zug hat 50 Minuten Aufenthalt in Irkutsk.
Sobald er eingelaufen ist, suchen wir Wagon 10. Unser Abteil heisst diesmal 13/14. Schon auf den ersten Blick ist dieser Zug ein ganz anderer, ein chinesischer. Der Schaffner will erst mal nur die Karten, dann beziehen wir unser 54-Stunden-Zuhause. Sagen wir mal so: Es ist ganz anders als in den russischen Zügen. Kein Welcome pack mit Puschen und Co., kein Wasser, sondern auf schmuddeligem Tuch eine leere Thermoskanne. So richtig sauber gemacht hat hier lange niemand. Der chinesische Schaffner ist zwar herzensgut, aber nicht so wie unsere russischen Begleiterinnen. Unser plüschiges Abteil hat zwei übereinander liegende Kojen, gegenüber einen Sitzplatz. Die Steckdose funktioniert nicht, die Nachtlampen nicht, das nächste Klo auch nicht. Dafür haben wir einen putzigen Schrank und eine Art Duschkabine, die wir mit dem Nebenabteil teilen. Und sicher nicht benutzen werden. Das wird ja was!
Kurz nach der Abfahrt wirft uns der Schaffner Bettzeug zu. Nicht so strahlend weiss oder gar gebügelt wie in den russsischen Zügen, sondern eher mit Augen-zu-und-durch-Charakter. So sind auch die beiden Becher, die uns der Schaffner mit der Thermo mit heißem Wasser bringt. Leider sind auch die Fenster saumässig. Bei dem Sonnenlicht sieht man den Dreck noch viel besser. Fotos? Naja…
Auf dem Weg zum Baikalsee rattern wir durch mehrere Dörfer, die zwar immer arm, aber trotzdem auf eine morbide Art schön sind.
Nun gucken wir uns mal den russischen Speisewagen an…. Der Kaffee ist stark, der Kaffeesatz einen Zentimeter hoch. Juans Omelette sind drei Spiegeleier over easy, drei Scheiben Weißbrot kommen direkt aus einer geölten Pfanne und heißen jetzt Toast. Der Spaß kostet 800 Rubel, also ungefähr 12
Euro. Man lernt dazu. An der Tür des Speisewagens hängt übrigens ein Zettel: no dining car in Mongolia. Wir haben eine Tüte mit Bemmenzubehör und Bananen… Auf dem Rückweg in unser Abteil raucht ein Schaffner gemütlich vor dem Ofen (klar, dass im ganzen Zug Rauchverbot herrscht), ein anderer brutzelt etwas für sich und die Seinen. Duftet gut!
Während wir am Ufer des Baikalsees entlangfahren, bequatsche ich den Chinesen, dass er wenigstens zwei Handtücher rausrückt. Tut er. Wahrscheinlich hat er sich furchtbar erschrocken, weil ich ihn aus dem Tiefschlaf gerissen habe…
Gegen 15 Uhr werden wir in Ulan Ude sein. Besser, wir schnappen uns da noch etwas Wasser. Was uns ein bisschen Sorge macht, ist die Hitze im Abteil. Das scheint man auch nicht regulieren zu koennen, also lassen wir die Tür zum Gang auf.
40 Minuten Zeit in Ulan Ude – das reicht für ein paar Bilder und einen Einkauf am Kiosk: Wasser und Instant-Nudelsuppe. Schnell ziehen wir uns mit unserer Beute in den Zug zurück – sicher ist sicher.
Juan lässt seinen ganzen Charme und 500 Rubel spielen und besorgt zwei Dosen Bier aus dem Speisewagen. Mit frischem Heisswasser klappt es auch mit den Nudeln.
Die Landschaft verändert sich. Riesige Steppen, ein paar Berge am Horizont. Dörfchen, mal eine Kuh- höchst entspannend. Das einzige, was wirklich nervt, sind unsere Schaffner, die sich links und rechts neben unserem Abteil breitgemacht. Sie rauchen offenbar nonstop. Rübergehen, meckern? Bringt ja alles nichts. Die faulen Säcke stellen sofort auf stur.
Einer kommt vorbei und lässt uns unsere Passnummern in Listen eintragen, außerdem bekommen wir die Einreisezettel für die Mongolei, Dann geht er wieder rauchen. Oder kochen. Wahrscheinlich kochen sie so wild, dass unsere Steckdose sich überschlagen hat.
Draußen ist es dunkel, eine bildschöne Mondsichel steht über hügeligem Land. Trotz der Schiessscharte, die Juan in Ulan Ude von außen in unser Fenster geputzt hat, schafft die Lumix mit dem Restlicht kein Foto mehr.
Juan schläft ein bisschen – wir teilen uns die untere Koje auf der Strecke. Wahrscheinlich träumt er davon, mich in unserer naechsten Poker-Partie zu schlagen. Süßer Traum…
A las cuatro de la mañana, casi una hora antes de la alarma puesta en el despertador, estamos bien despiertos. Hacer café , tomar una ducha, empacar el resto, la última mirada para no olvidar nada, pedir un taxi a través de yandex. Está bastante fresco con 4,7 grados bajo cero.Pero no tenemos que esperar mucho por el taxi.
Poco antes de la llegada del tren nº 4 de Moscú con destino a Pekín estamos en la estación. Hay tiempo de sobra. El tren tiene una estancia de 50 minutos en Irkutsk.
Tan pronto como ha llegado, buscamos el vagón 10. Nuestro compartimento es el 13/14. Ya a primera vista este tren es completamente diferente, un tren chino. El conductor sólo quiere los boletos primero, luego nos mudamos a nuestra vivienda durante 54 horas. Digamos que es muy diferente de los trenes rusos. No hay paquete de bienvenida con pantuflas y demás, ni agua, sino un termo vacío sobre la mesa con un mantel sucio. Nadie ha limpiado este lugar en mucho tiempo. El encargado del vagón, un chino es muy amable, pero no como nuestros rusos. Nuestro lujoso compartimento tiene dos literas, una encima de la otra, al otro lado, hay un asiento. El enchufe no funciona, las lámparas nocturnas no funcionan, ni tampoco el más próximo inodoro, uno de los dos que tiene el vagón. Disponemos de un armario y una especie de cabina de ducha, que compartimos con el otro compartimento. Y ciertamente no lo vamos a usar nunca.
Poco después de la salida el conductor nos arroja la ropa de cama. No tan blanca o incluso planchadas como en los trenes rusos, sino más bien parecen no limpias o muy usadas y planchadas no fueron nunca. El conductor nos trae dos tazas con el termo con agua caliente. Desafortunadamente, las ventanas también están tan sucias de afuera que va a ser difícil sacar alguna foto más o menos pasable.
En el camino hacia el lago Baikal nos topamos con varios pueblos que son siempre pobres, pero que sin embargo son hermosos en conjunto con el paisaje.
Ahora echemos un vistazo al vagón restaurante ruso…… El café es fuerte, a la turca con borra de un centímetro de altura. El omelett de Juan son tres huevos fritos sobre tres rebanadas de pan blanco, vinieron directamente de una sartén engrasada y ahora se llaman tostadas. La diversión nos cuesta 800 rublos, algo así como 12
Euros. Así se aprende. En la puerta del vagón restaurante hay una nota: no hay vagón restaurante en Mongolia. De regreso a nuestro compartimento un encargado de vagón fuma cómodamente delante de la estufa (por supuesto que no se puede fumar en todo el tren).
Mientras viajamos a lo largo de la orilla del lago Baikal, hablo con uno de los chinos, para pedirle que al menos nos de dos toallas. Lo hace. Probablemente estaba terriblemente asustado porque lo arranqué de un sueño profundo….
Alrededor de las 3 de la tarde, estaremos en Ulan Ude. Será mejor allí, conseguir más agua. Lo que nos preocupa un poco es el calor en el compartimento. Tampoco parece que sea posible regular la calefacción, así que dejamos la puerta del pasillo abierta.
40 minutos en Ulan Ude – eso es suficiente para unas cuantas fotos y comprar en el quiosco: agua y sopa de fideos instantánea. Luego nos volvemos rápidamente al tren con lo comprado.
Juan deja jugar todo su encanto y 500 rublos y consigue dos latas de cerveza del vagón restaurante. Con agua caliente del samovar preparamos la sopa de fideos instantánea.
El paisaje está cambiando. Enormes estepas, algunas montañas en el horizonte. Algún pueblo, a veces vacas, muy relajante. Lo único realmente molesto son nuestros encargados del vagón, que descansan a la izquierda y a la derecha de nuestro compartimento, en otros compartimentos sin pasajeros. Parece que están fumando sin parar. ¿Ir y decirles algo? No es bueno hacerlo. No solamente son unos vagos que no hacen lo que deben hacer, los pondríamos en contra nuestra.
Uno de ellos viene y quiere el números de nuestros pasaportes para ponerlos en una lista, también nos da un formulario de entrada para Mongolia, y luego se va a fumar de nuevo o a cocinar. Probablemente se están cocinando tanto, que por eso nuestra toma de corriente está rota.
Afuera está oscuro, una hermosa luna creciente se alza sobre un terreno montañoso. A pesar de la mirilla o pedazo que Juan limpió en nuestra ventana desde el exterior en Ulan Ude, la cámara Lumix no puede tomar una foto con la luz restante.
Juan duerme un poco – compartimos la litera de abajo durante el día. Probablemente sueña con ganarme en nuestra próxima partida de póquer. dulce sueño…😊