Stopover in Taiyuan

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Texto en español🇦🇷
Unser Zug fährt erst mittags, also machen wir nach dem Frühstück noch einen kleinen Rundgang durch Pingyao. Plötzlich ist ein Typ neben uns, der auch nicht abhauen will. Wir verlaufen uns kurz – da ist er wieder. Nichts Bedrohliches, nur etwas nervig. Er weist uns letztlich den Weg zu einem ehemaligen Grossbürgerhaus. Ein bisschen heruntergekommen, aber immer noch schön. Der letzte Hinweis führt direkt in einen Souvenirladen. Aha, daher weht der Wind… Natürlich sind wir schnellstmöglich wieder auf der Straße, gucken noch in ein paar dunklere Gassen, bevor es zurück ins Hotel geht.

 

Mit leichter Verspätung erscheint das bestellte Taxi, aber alles ist noch im grünen Bereich. Wie alle Züge in China ist auch dieser pünktlich. Mit einem Reisetempo bis zu 240 km bringt er uns in einer halben Stunden nach Taiyuan.

 

In der Hauptstadt der Provinz Xanxi bekommen wir einmal wieder große Augen. Dass Taiyuan eine sehr alte Stadt ist, wissen wir. Davon ist im Moment aber nichts zu sehen. Neubauten überall, gigantische Kräne für die nächsten Projekte stehen dutzendfach bereit. Der Südbahnhof ist schon riesig, aber erst die Stadt! 4,5 Millionen Einwohner, Glaspaläste neben großen Wohnungsbauten. Leider erwischen wir mal wieder einen der irrsten aller Taxifahrer, der durch die Stadt brettert, als sei der Leibhaftige hinter ihm her.

 

Das Ziel ist das 5-Sterne-Hotel Bing Zhou. 1957 erbaut, gilt es als Klassiker in Taiyuan. Gleich fünf Damen kümmern sich an der Rezeption um unseren check-in. Nur leider spricht von ihnen keine einzige auch nur ein Fitzelchen Englisch.

 

Auch die entzückende Frau, die uns in unser Zimmer im fünften Stock bringt, ist nach „hello“ komplett am Ende, erklärt uns in zügigem Chinesisch das Riesenbad, Lichtschalter – wir wissen es nicht. Wir stottern „wifi“ und sie bemüht sich vergeblich um den Fernseher, gibt Zeichen, dass gleich jemand anderes käme. Während wir warten entdeckt Juan eine Umschalttaste. Aha, da sind die Zugangsdaten fürs wifi. In dem Moment erscheint eine weitere Frau, die kein Englisch spricht. Wir teilen per translator mit, dass nun alles klar ist. Sie rührt sich nicht. Starrt auf die Fernbedienung, den Bildschirm, uns. Wortlos. Wir wiederholen „xie xie“, danke, gebetsmühlenartig, bis sie sich endlich trollt.

 

Kurz mal um den Block, um zumindest die Luft von Taiyuan zu schnuppern, dann sind wir auch schon wieder im Hotel.

Es gibt ein westliches Restaurant, in dem wir zu Abend essen wollen. Französische, amerikanische und russische Küche. Also Burger, croque monsieur (Juan hat aus der Ferne schon Baguettes gesichtet) und Pelmeni, denken wir mal. Wir sind ja wirklich naiv.

 

Ein Buffet erwartet uns. Eigentlich rein chinesisch. Leider auch sämtliche Beschreibungen. Also googeln wir Huhn und Rind und Reis, bekommen irgendwas und ganz, ganz warmes Bier. Kaltes gibt es nicht, aber ein paar Eiswürfel. Ach ja: die Baguettes sind reine Dekoration.

 

Nach diesem ungewöhnlichen, auch nicht wirklich erwähnenswerten Dinner hätten wir dann doch gern einen night cup in der Bar des großen Hotels. Auch das wird nichts: Ein Paar – die Barkeeper? – spielt mit einem kleinen Kind über alle Tische verteilt Bauklötze.

 

Das ist ein früher Abend. Mal sehen, wie in dieser Bude morgen früh der check-out klappt. Wir sind ja nur hier, weil wir sonst den Schnellzug nach Shanghai nicht bekommen würden…

 

Nuestro tren no sale hasta el mediodía, así que después del desayuno hacemos un pequeño recorrido por Pingyao. De repente, hay un tipo a nuestro lado que no quiere indicar donde debemos ir y no quiere irse. Tratamos de perderlo por un momento, pero aparece, ahí está otra vez. Nada amenazante, sólo un poco molesto. Al final nos muestra el camino hacia una antigua casa burguesa. Un poco desgastada, pero aún así hermosa. La última pista que nos da el, nos lleva directamente a una tienda de recuerdos. Ajá, ahora entendemos adonde nos quería traer… El resto de la hora que tenemos, damos vueltas por partes ya conocidas y volvemos por callejones en dirección del hotel.

Con un ligero retraso viene el taxi encargado, que nos llevará a la estación, pero tenemos siempre tiempo suficiente. Como todos los trenes de China, éste llega a tiempo. Con una velocidad de viaje de hasta 240 km nos lleva a Taiyuan en media hora.

En la capital de la provincia de Xanxi volvemos a tener grandes ojos. Sabemos que Taiyuan es una ciudad muy antigua. No hay señales de eso ahora mismo. Nuevos edificios por todas partes, grúas gigantescas para los próximos proyectos están listas docenas de veces. La estación sur, ya es enorme, pero la ciudad! 4,5 millones de habitantes, palacios de cristal junto a grandes edificios residenciales. Desgraciadamente, volvemos a encontrar a uno de los taxistas más locos, que seguramente hay en esta ciudad, y nos conduce a velocidad asesina

El destino es el Hotel de 5 estrellas Bing Zhou. Construido en 1957, es considerado un clásico en Taiyuan. Cinco damas se encargan de nuestro check-in en la recepción. Desafortunadamente, ninguno de ellos habla inglés.

También la encantadora mujer que nos trae a nuestra habitación en el quinto piso, después de „hola“ no puede decir nada más, nos explica en chino enérgico el baño gigante, el interruptor de luz, no lo sabemos. Tartamudeamos „wifi“ y ella intenta en vano conseguir algo en la televisión, da una señal de que alguien más está viniendo y se va. Mientras esperamos, Juan descubre en un segundo en la pantalla la información. Oh, aquí están las claves para el wifi. En ese momento aparece otra mujer que no habla inglés, le informamos que todo ahora está bien, pero sigue ella con el control remoto buscando algo en la pantalla. Repetiremos „xie xie xie“, gracias, como rogando hasta que se va.

Poco después damos algo así como la vuelta a la manzana, al menos para olfatear el aire de Taiyuan y al rato estamos de vuelta en el hotel.

Hay un restaurante occidental donde vamos a cenar. Cocina francesa, americana y rusa. Así que hamburguesas, croque monsieur (Juan ya ha visto baguettes desde lejos) y pelmeni, pensemos. Somos muy ingenuos.

Un buffet nos espera. Pura comida chino, en realidad. Desafortunadamente también todas las descripciones. Así que buscamos en Google pollo, carne y arroz
y otras cosas. Cerveza, pero caliente, no hay frías, pero hay cubitos de hielo. Ah, sí: las baguettes que vio Juan, son pura decoración.

Después de esta inusual cena, no digna de mención, nos gustaría tomar una copa en el bar del gran hotel. Incluso eso no funcionará: Una pareja ¿los encargados del bar? juega con un niño pequeño sobre las mesas. El bar se ve como muerto.

Temprano nos vamos a la habitación, veamos cómo funciona el check-out en este lugar mañana por la mañana. Sólo estamos aquí porque de lo contrario no llegábamos a tomar el tren expreso a Shanghai….

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